Desde Posadas hasta Rawson, desde La Plata hasta Neuquén, se intenta mostrar las diferentes realidades de los entrenadores en el actual contexto global de pandemia.
|Por Martín Montero/@TinchoMontero
Antes de esbozar estas líneas, quería dedicárselas a una persona que fue la que me dio la primera oportunidad de tener categorías a cargo y comenzar a desandar el camino como entrenador. A pesar de que, por cuestiones laborales, residiéramos en diferentes ciudades y no compartiéramos el día a día, esa confianza y ese envión, hacen que hoy lleve varios años en la profesión, con aciertos y errores, pero ya no cuento con él, porque ha sido una víctima más de esta pandemia. Al señor Agustín Pancu García, gracias por haber confiado en mí.
Probablemente, luego de tipear estas líneas, los datos queden desfasados por la vorágine de esta pandemia que azota todo el globo terráqueo y de la cual la Argentina no es ajena. Es que, desde que comenzó la situación internacional y la fecha estricta de confinamiento el 20 de marzo de 2020, se acumulan más de 79 mil muertes y, a su vez, se llevan aplicadas más de 12 millones de vacunas, lo cual hace brillar una luz de esperanza al final del camino.
Ese 20 de marzo del 2020 quedará marcado a fuego en la vida de muchas personas, porque realmente de allí en adelante, las cosas han sido drásticamente distintas. Lo que antes parecía cotidiano, hoy tal vez ya no lo es, y las constantes medidas sanitarias hacen que la dinámica de vida diaria varíe regularmente.
“Era algo nuevo para todo el mundo. Nosotros ese día, a la noche, entrenamos de igual manera. Vino la policía y nos sacó de la cancha”, cuenta Agustín Ponizzi, entrenador de Tokio de Posadas. “Hoy por ahí uno dimensiona y dice “Realmente tendríamos haber acatado la orden” pero no sabíamos lo que era, ni qué tan importante o fuerte tenía que ser”.
Las competencias que estaban en juego fueron, en principio, suspendidas por 15 días, previendo que la situación sanitaria se solucionaría rápido y todo volvería a ser como antes. “Que la competencia se suspenda o continúe, no dependía de nosotros. Lo que sí dependía de nosotros era mantenernos preparados. Mentalmente pensar que la competencia iba a volver, y físicamente también pensar que la competencia iba a volver para no dejar entrenarnos, de la manera que se podía en su momento, para estar preparados lo mejor posible de cara a la vuelta de competencia” cuenta Manuel Sánchez que, en ese momento, comandaba el plantel de Ferro de General Pico en el Torneo Federal.
A medida que fueron pasando las diferentes etapas del confinamiento, que siempre iniciaban con dos semanas y luego se anunciaban las nuevas medidas, todas las competencias se pusieron en stand by, desde la Liga Nacional, hasta la copa de mini básquet de la asociación que uno desee recordar, confiando en que se iba a retornar pronto. Pero no ocurrió. Los casos que se desprendían de la pandemia aumentaban semana a semana, haciendo que el panorama fuera poco alentador. “A medida que empieza a pasar el tiempo ves casos, cada vez más casos, las soluciones las ves lejanas, entonces empezás a intuir en esa suspensión, y que el parete iba largo”, cuenta Juan Cruz Gavazza, entrenador de All Boys de Santa Rosa.
Una vez que llegó el 30 de abril, la cortina se bajó por tiempo indeterminado. Los marcos preparados para la foto del campeón y las copas quedaron opacas en un rincón, juntando polvo hasta que la otra batalla, la de la salud contra la pandemia, mermara y el objetivo volviera a ser la gloria de la mano de la naranja.
“Creo que los entrenadores somos manijas en esta lógica de capacitarse todo el tiempo, y saber que por primera vez en nuestras vidas no íbamos a tener tantos horarios, o no íbamos a pasar el día entero en el club, pensamos que, por lo menos en mi caso, iba a aprovechar el tiempo para capacitarme, para leer, ver, escuchar, y me había puesto unos estándares que, con el tiempo, me di cuenta que eran exigentes; porque nuestra productividad tiene un límite y tampoco se puede ser igual de productivos en un contexto de encierro, como lo éramos en la cancha”, afirma Raúl Ruscitti.
Las voces entrevistadas en esta nota coinciden en que fue un momento duro y de tristeza, pero entienden que la realidad sanitaria del país amerita la toma de medidas. También destacan que, con gran esfuerzo, los clubes cumplieron con sus compromisos contractuales, en los estratos profesionales, donde se hicieron arreglos para abonar los contratos firmados.
No todos los clubes poseen su rama profesional y las realidades a nivel país son realmente heterogéneas. Por ende, hubo instituciones que pudieron cumplir de manera total con los acuerdos pautados, otras que lo pudieron hacer de manera parcial, y otras que no pudieron cumplir, debido a una menor disponibilidad de recursos, pero en todo momento apoyaron al personal a la hora de realizar eventos para recaudar fondos para abonar los salarios.
“Condiciona de muchas maneras, porque es una situación extraordinaria y un alto porcentaje de los entrenadores no ha podido trabajar, porque no hubo competencias que no tengan que ver con el alto rendimiento. Eso afectó a la tarea cotidiana y su condición laboral, porque estuvo lleno de clubes que, al no tener a los chicos en las canchas, no pudieron pagarles a los entrenadores”, cuenta Javier Orlandoni, coordinador pedagógico de ENEBA, sobre cómo la pandemia ha afectado el día a día de los entrenadores, y cierra: “La verdad que es una situación extremadamente difícil y no se si hay que leerla solo en clave de básquet, me parece que sería un error porque trasciende cualquier campo disciplinario específico”.
“En nuestro club se dio la particularidad de que se dejó de cobrar la cuota deportiva y, por ende, no podía cubrir nuestro salario. Entonces sacó un bono contribución para aquellas familias que quisieran colaborar, y estaba destinado a nuestros sueldos, y al mismo tiempo nos movimos nosotros para recaudar fondos; vendimos dulce de leche, quesos, pastas, hicimos bingos, un montón de cosas para mantener unida y vinculada a la comunidad del club. Un poco por necesidad, porque necesitábamos esa plata para subsistir, y un poco también para compensar lo que no teníamos, que era el cara a cara y el día a día en el club”, Raúl Ruscitti, entrenador de Unión Vecinal de La Plata comparte esta vivencia, y además, agrega “eso hizo que la llama del club esté prendida, porque en ningún momento había una semana entera de vacío, siempre era algo nuevo”.
Pero no para todos los entrenadores la vida es cien por ciento básquet.
“Mi única ocupación es ser entrenador, me dedico full time a eso. Pero se me abrió la cabeza y empecé a hacer cosas alternativas, por ejemplo estudiar, para tener dos armas, porque creo que esta situación desnudó un poco la realidad del entrenador, y un poco del jugador, creo que estamos dentro de la misma bolsa, así que bueno, eso me llevó a replantearme cosas y encarar nuevos desafíos”, palabras de Mariano Panizza, entrenador de Central Entrerriano de Gualeguaychú, que comenzó a estudiar inglés para jerarquizar su actual trabajo y, además, comenzó con conducción y producción periodística.
“Sin dudas que lo que yo había hecho durante 23 años no estaba más y, de alguna manera, tenía que encontrar otra cosa que me diera la posibilidad de subsistir” Maximiliano Rubio que, una vez decretado el cese de la competición, finalizó su vínculo contractual con Club Cipolletti, y no volvió a dirigir hasta 2021. “Nunca había estado más de un mes sin dirigir, imaginate, estuve un año, es una situación que te modifica para siempre”.
Y agrega: “tuve que hacer cosas que no tenía pensado y que no había hecho en mi vida. Pero bueno, tuve que generar otros recursos para poder subsistir, por una cuestión económica, pero creo que también hay momentos en que uno se tiene que reinventar”. La venta de panes de pasto en la temporada previa al verano por medio de un conocido, y también la apertura de un parador en una playa del Valle de Río Negro, fueron algunas de las actividades que realizó el entrenador altense que, previo a este nuevo parete pudo volver al parquet.
“La vuelta la verdad que fue con mucha ansiedad y un poco nervioso obviamente. El primer entrenamiento que fui a dar parecía que fuera el primer entrenamiento de mi vida, después de estar tanto tiempo sin estar en una cancha” cerró Rubio.
Marcelo Remolina, entrenador de Independiente de Neuquén, posee una empresa que realiza venta de materiales sanitarios e instalación y mantenimiento de calderas. “El día que el presidente dio la suspensión fue tremendo porque en ese momento nos agarró sin estar preparados. Nos empezaron a llamar los empleados para saber qué iba a pasar, así que corres no solo con tu incertidumbre, sino que tenés que estar a la orden de toda la gente que labura para vos, con sus necesidades, sus familias”.
Siempre con optimismo y tratando de transmitir tranquilidad, en palabras del coach, cuenta que a medida que pasó el tiempo pudieron ir abriendo paulatinamente diferentes áreas de la empresa, y que siempre lo más importante era que la gente pudiera cobrar a fin de mes.
“Al momento que se abrió el confinamiento, empezó a hacer frío y tenemos más de dos mil calderas instaladas. Tuvimos que hacer vivos en Instagram con los clientes para enseñarles cómo poner en marcha las calderas, cómo pasar todo de invierno a verano, hacíamos vivos para que vieran y se pudieran manejar. Tuvimos muy buena repercusión con eso, ya que no solo nos veían nuestros clientes, sino también de la competencia, así que en ese sentido nos fue bastante bien porque pudimos ayudar a la gente desde nuestro lugar, sin recibir ninguna retribución económica, solo con el deber que teníamos de que la gente no tuviera frío y no estuviéramos perjudic´ándolos con el virus”.
El básquet y la virtualidad
Al dictarse el confinamiento nacional, con la suspensión de las competencias y actividades deportivas presenciales, los entrenadores de todos los estratos tuvieron que buscar nuevas maneras de llegar a los chicos, que se encontraban en sus casas. La realidad es que hoy en día la actividad física compite, hasta en desventaja, contra la utilización de las pantallas en las nuevas generaciones. Por ende, el camino más acorde para acortar las distancias y mantenerse en contacto con los jóvenes fue el de la tecnología.
“Obviamente que para eso hubo que estudiar, no es lo mismo dar básquet por Zoom que dar básquet normal. Sobre todo, lo que buscábamos eran clases de técnica individual, que después se le agregó preparación física, era realmente intenso. Porque hubo un estudio antes, y consultas. Qué buscábamos, que queríamos desarrollar como temas”, cuenta Gustavo Flay Álvarez, actual entrenador de Germinal de Rawson.
En Posadas, la dinámica empezó de otra manera: “Las primeras dos o tres semanas hicimos trabajos con las redes sociales y sorteos, donde los chicos tenían que hacer unos desafíos que iban mandando por videos. Después empezó a salir el Zoom y se extendió más la cuarentena, por lo que empezamos a establecer horarios de entrenamientos diarios”, declara Ponizzi, en cuanto a su experiencia con la virtualidad.
En Villa María, hubo otras actividades incluidas: “Hemos merendado con los chicos, trabajamos la lectura de juego mediante vídeos. También cocinamos con una nutricionista que había en el club. Y bueno, de esa manera hemos ido llevando la pandemia con los chicos del club”, cuenta Facundo Murias, asistente del equipo de Ameghino de Villa María en la Liga Argentina, que se encarga del desarrollo de juveniles y vive de cerca el día a día con el semillero.
“La idea era ir ganándole al tiempo. Nos planteamos que cada 15 días teníamos que renovar no solamente las actividades, sino los recursos. Así que fuimos buscando visionados de películas, hicimos un concurso de conocimiento de básquet mediante formularios de Google, armamos equipos y competimos en preguntas y respuestas, una cantidad de cosas que por ahí la idea era estar en contacto con los chicos e ir ampliando su conocimiento”, quienes implementaron estas actividades fueron los entrenadores de Regatas de Concepción del Uruguay, bajo la coordinación de Santiago Rimoldi.
Otra modalidad que surgió con esta pandemia fue la de los encuentros y competencias virtuales entre clubes. Una de las tantas experiencias que hubo fue la de Estudiantil Porteño de Ramos Mejía, en palabras de Federico Ale, profesor de mini básquet del club:
“Tuvimos la posibilidad de hacer encuentros internacionales por Zoom. La posibilidad surge gracias al grupo de Telegram de Silvio Santander, llegó una propuesta de que si había equipos que se querían sumar a un torneo que iban a hacer de fundamentos, y juegos. A partir de ahí nos pusimos en contacto con José Grosso, un entrenador argentino que está trabajando en Cuneo, Italia.
Nos mandaron el proyecto del encuentro con una planificación muy prolija y con todo explicado y, a partir de ahí , empezamos a entrenar de manera virtual para jugar con ellos. Eran competencias de manera muy amistosa, que al presentar los equipos se ponían los himnos, la verdad muy lindo y los chicos decoraban la casa con banderas. Tenía juegos y al final de los juegos, guiados por ellos, había un tercer tiempo. Los últimos días se preparaban preguntas en el idioma del equipo contra el que iban a jugar, y los chicos las hacían entre ellos.
Aprovechamos la posibilidad de no tener esas fronteras geográficas tan presentes como para hacer un viaje, y jugaron contra chicos de Ucrania, Suiza, Francia, Italia, España, la verdad estuvo muy bueno, primero fuimos invitados a uno y después tuvimos la suerte de replicarlo.
Hablamos con ellos y nos fueron explicando algunas cosas y bueno, nosotros tuvimos la posibilidad de organizar un encuentro, con equipos locales y de otras partes de argentina, y también con unos equipos de España, que hicimos contacto a través de entrenadores colegas que tenemos allá. Estaba bueno porque mantenía la motivación de las clases virtuales, era como tener un propósito y eso los mantenía muy atentos, entrenaban en la semana para ese partido virtual el fin de semana”.
A nivel de la escuela de entrenadores, la pandemia vino bien para pulir algunas cosas y afianzar otras, como cuenta el director pedagógico, Javier Orlandoni: “ENEBA fue el que mejor se adaptó a la virtualidad. Se cambió el formato presencial a uno semi presencial, donde el nivel 1 tiene 20 módulos a distancia, semanales y quincenales, y el nivel 2 tiene 22, con entre 9 y 12 presenciales, que se concentran entre diciembre y febrero por las restricciones”.
“Me da la sensación de que ENEBA terminó de desarrollar los contenidos de su programa y ampliarlos. De formalizar conocimientos, de multiplicar muchísimo la bibliografía escrita y fílmica, desarrollar muchísimo mejor la herramienta virtual, y creo que los niveles 1 y 2 terminaron de unificar los contenidos en todo el país. Eso creo que acorta esas distancias entre sedes presenciales muy desarrolladas y las sedes de lugares con menos desarrollo, y quizás no vinculadas a instituciones educativas”.
“Ha sido un paso adelante muy grande y estamos en condiciones de largar, incluso, los cursos a nivel internacional. Entre el desarrollo del Método CABB, el manual de mini básquet, los trabajos de investigación, el manual de lanzamiento, toda la bibliografía de preparación física y todo el contenido de nivel 1,2 y 3, tenemos prácticamente todos los contenidos formalizados. Lo que queda es mejorar este formato semi presencial y actualizarlo permanentemente, porque esto es muy dinámico y en esa línea estamos”.
La nueva normalidad
Entre finales de junio e inicios de julio se fueron levantando levemente las restricciones en los diferentes distritos del país, para que diferentes actividades presenciales pudieran volver al ruedo.
Las reglas no fueron homogéneas, ya que cada provincia le fue poniendo su impronta. Que se podían hasta diez personas en el lugar, que se podía solo al aire libre, que cada uno con su pelota, con aro, sin aro, solo trabajos físicos, sin pase, por carriles, por boxes, y así, una amplia cantidad de afirmaciones, que sacaron a relucir toda la creatividad y capacidad de los entrenadores.
“Si bien en nuestro caso tenemos dos canchas y se nos permitía entrenar en las dos, teníamos turnos de entrenamientos todo el día. Teníamos un máximo de diez chicos por cancha, entonces pasábamos muchas horas en el club. Te repito, no era la situación ideal, eran todos los entrenamientos manteniendo distancia, no se podían mezclar, no se podía compartir pelota, cada cual con su material. Se iba un grupo y era limpiar las instalaciones, los materiales. Pero la verdad es que, después de estar tres meses sin salir de las casas, antes que nada, preferíamos estar así”, nos cuenta Juan Gavazza, sobre cómo fueron las sensaciones en Santa Rosa tras la vuelta a la cancha.
“Costó, sobre todo manejar las ansiedades, porque empezamos a entrenar y ya todos queríamos jugar y queríamos entrenar 5 vs 5, hacer partidos, y no podíamos. Lo difícil fue manejar la cabeza de la gente que trabaja y que está ahí. Decir “bueno, ya tocamos este límite, avanzamos un poquito más, y vamos un poquito más”; tratar de controlar eso, de no querer siempre ir hacia un límite nuevo. Y después mantener los cuidados pese a que todo esté con cierta normalidad. No creer que porque todo esté normal, pensar que está todo listo y ya está, sino mantener el alerta”, explica Agustín Ponizzi.
“Intentamos que el club sea un lugar donde se eduque a los chicos para el tema de los cuidados para el covid. Entonces intentamos tener siempre un ambiente controlado y que sea la práctica de básquet un lugar de educación, para tomar consciencia de algunas cuestiones”, cuenta Santiago Rimoldi.
El manejo de la ansiedad, las ganas, la energía acumulada y la vorágine, a veces hacen que el camino salga un poco de su curso normal, y el diagnóstico no sea el adecuado. Esta reflexión de Raúl Ruscitti expresa una realidad que seguramente ha tocado de cerca a más de un profesor:
“El principal error fue querer compensar lo que se perdía. Si bien nosotros sabíamos que no podíamos darles el 100% de lo que estaban perdiendo, igual intentamos que no pierdan nada. Sabíamos que no iban a ganar demasiado, y creer que por ahí un chico de 15, 16 o 18 años tiene un mismo sentido de la rutina que nosotros, que tenemos un rato libre y lo queremos aprovechar para hacer algo para nuestro crecimiento personal, para descubrir algo nuevo, y por ahí sus inquietudes son otras. Creer que los chicos iban a tener ese tipo de inquietudes fue uno de los errores, porque a ellos les interesa jugar y competir. El segundo fue pedirles más de lo que podían dar, el día a día o intento de que sumen algo transformarlo en una carga más, como la tarea del colegio o de la facultad, no es el camino”.
Pero, como dice Facundo Murias: “Quiero felicitar a los chicos porque la verdad que la actitud de ellos es para sacarse el sombrero. Han atravesado momentos difíciles, muy cambiantes, mucha incertidumbre en edades complejas, y la verdad que han respondido excelente a todo”. Los niños y niñas se adaptan a sus líderes, muchas veces siguen en la actividad por la empatía que generan con los entrenadores, que en mayor o menor medida, muestran su afecto y su respeto, para que día a día reciban las herramientas necesarias para crecer en el deporte, y también en otra faceta más importante aún, que es la vida misma.
Patagonia Skills, una idea no tan habitual en el país
En diferentes lugares del mundo, principalmente Estados Unidos y la zona de los Balcanes en Europa, existen lugares específicos de entrenamiento, donde los jugadores en formación, no solo los profesionales, invierten dinero para mejorar sus habilidades y técnica individual. En Argentina, no es algo tan habitual, pero a Gustavo Álvarez y Diego Otero, les pareció que era una oportunidad para encarar ese espacio.
“Con los estudios que había hecho por Zoom para dar técnica, y cuando uno dispone de tiempo pude ver lo que se daba de nuevo, me junte con un entrenador que es de acá, pero lo había agarrado la pandemia en Buenos Aires. Cuando pudo volver nos reunimos para charlar de esto, y surgió la idea. Él había hecho la especialización de técnica individual, dirigida a las habilidades, y bueno, quedamos en plantearnos esto como proyecto, y bueno, yo soy medio que me maquino rápido, y al otro día ya estaba el proyecto redactado. Se lo presentamos al sindicato de empleados de la zona, que dispone con media cancha, y nos ajustamos a los protocolos, y ahí arrancó. Son clases de hasta 4, y donde le apuntamos a la técnica y el uso de las habilidades”.
“Lo que pensamos que iba a ser algo momentáneo, todavía está, sigue vivo. Y además hemos hecho torneos de 3×3, creo que fuimos de los que más organizamos en Argentina. Íbamos a ir por el quinto y no se dio por las nuevas restricciones, pero la idea es que siga”.
“La verdad es que no hay muchas academias físicas. Lo veo viable cuando uno tiene un buen fin y un buen plan. Obviamente esto es de la escuela americana y se está reproduciendo en casi todo el mundo. Pero cuando uno sabe qué darle y cómo mejorar a los chicos si, lo veo viable”.
“Si uno lo busca como un extra en tu laburo o, lo que yo veo como algo que en un mediano plazo va a ser la normalidad, entonces buscamos que nuestra forma de darlo se sustente. Esto es como lo particular de la escuela, si hay algo para mejorar o que te falte, debe haber alguien que te lo brinde”.
La vuelta a la competencia
Con el correr de los meses la competencia profesional volvió al ruedo, primero con la Liga Nacional, que intentó realizar un formato al que llamaron burbuja, imitando algo que se realizó en otras partes del mundo, y que realmente no funcionó. Hubo que parar varias veces por la aparición masiva de contagios, y se cometieron errores por la ansiedad de competir, la toma de decisiones (acertadas y erróneas), y la volatilidad del contexto. El punto más importante es que se pudo terminar el torneo, sumado a que dejó aprendizajes para todos los estamentos, que ojalá sean evaluados y aplicados en un futuro no tan lejano, porque pronto tendremos el inicio de una nueva Liga a la vuelta de la esquina.
En la Liga Argentina el formato elegido fue diferente y aunque aún no finalizó, la utilización de sedes rotativas y de menor duración, hizo que solo aparecieran casos aislados y no se tuviera que cortar la competencia por grandes focos de contagio. Obviamente, como plantea uno de los entrenadores, hubo debilidades y quedan dudas sobre algunos temas:
“Quizás el calendario en donde se puso puede ser un punto débil. Sabemos que en invierno la situación de la pandemia se agrava, y justo el momento fuerte de la competencia nos toca en invierno”.
“Lo otro que quizá debería estar, es la bajada de un protocolo de cómo actuar si aparece algún caso: como actúa el equipo, como se aísla, quien se aísla, a cuanta cantidad de casos el equipo no debe acudir a la burbuja. Me parece que quizás es otro punto que se podría mejorar”. Esto se planteó porque está hecho todo el protocolo para prevenir contagios, pero falta saber como hacer cuando ya hay una persona infectada.
La mayor coincidencia es la felicidad de poder volver a trabajar, el sentirse privilegiado que, en este contexto, pueden estar compitiendo, a pesar de las falencias, el nivel de los planteles o el formato seleccionado. Hoy los equipos se encuentran en un nuevo parate por la situación de rebrote a nivel nacional, pero se ha lanzado el comunicado que los partidos volverán oficialmente a partir del 9 de junio.
En cuanto a los chicos y chicas, algunas federaciones provinciales pudieron largar sus torneos, pero solo llegaron a disputarse las jornadas iniciales, y no mucho más. Ante un nuevo confinamiento, ha vuelto a aparecer la virtualidad como herramienta, pero “Creemos ya que por medio de Zoom los chicos no tienen ganas de hacer, no hay receptividad. Así que tratando de inventar nuevas cosas para que, de alguna manera, estén en contacto con nosotros, y estén en contacto entre ellos” comenta Maximiliano Rubio, coordinando las actividades del club Pacífico de Neuquén.
Santiago Rimoldi, agrega que “Hoy es más difícil, porque el horizonte de competencia está lejos, y esto de frenar y arrancar hace que tengamos que poner una energía extra en mantener la motivación de los jugadores arriba”.
Combatir la deserción, innovarse, capacitarse, construir, equivocarse y volver a construir. Pasar por trabajos impensados, incertidumbre, tristeza, ansiedad, soledad, todas situaciones que tuvieron que vivir diferentes personas que dedican, en mayor o menor medida, una parte de su vida a este deporte. Hoy han cambiado, y nada es lo mismo que antes, si uno mira en retrospectiva, pero, como dice Agustin Ponizzi: “De la vorágine que tenía, yo personalmente antes de la pandemia, de pensar mucho en el largo plazo o en los resultados, pasó a ser más personal, y mucho más importarte las personas en la cancha, sostener un club, sostener la actividad. Nos arrebataron de un día para el otro lo que más queremos, y creo que si no aprendemos a cuidarlo, no aprendimos nada”.
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