El histórico jefe de equipo del Pincha es un veterano de Malvinas y charlamos con él para recordar aquel duro momento y lo que significa para su vida.
Los héroes de Malvinas no serán nunca olvidados. Ese debe ser el lema de una Argentina que debe homenajearlos día a día por el sacrificio que hicieron. En este contexto, el básquet platense tiene el orgullo de tener a uno de ellos. Es el caso de Claudio Guzmán, jefe de equipo de Estudiantes. Y con él charlamos para conocer su historia de vida.
Y comenzó su relato: “Había una ley, esa ley dice que todos los varones que cumplían 18 años tenían la obligatoriedad de hacer el servicio militar. La colimba (Corre, Limpia, Barre). En el caso particular mío me sortearon cuando yo estaba en el sexto año del industrial Albert Thomas y el número que me tocó, obviamente que no zafaba de hacer la colimba, porque algunos que tenían número bajo se exceptuaban. Porque llenaban las unidades militares y punto”.
Y continuó: “En el caso particular mío me tocó el ejército argentino y la unidad fue el Regimiento 7 de infantería de La Plata. El sorteo fue en 1980, en el 81 hice el servicio militar. Yo no soy militar de carrera, soy un civil que cumplía con su obligación. Yo había entrado a la carrera de farmacia y la UNLP no tenía ingreso irrestricto entonces me tuvo que guardar el banco. El servicio militar es alrededor de 14 meses. Vos vas teniendo un puntaje, yo no pude salir en la primera baja”.
Malvinas, el llamado, la invasión y la guerra en carne propia
El 23 de diciembre de 1981 yo estaba en mi casa con el servicio militar cumplido. Cuando me estoy por inscribir a las materias, Argentina inicia la operación Rosario, hace el desembarco en las Islas Malvinas y retoma el control de las Islas. A los pocos días, el general de la décima brigada tenía un problema y era que la clase de 1963 tenía muy poca instrucción militar. Entonces llamaron a la reserva, y la reserva era yo, y tuvimos que regresar al regimiento. Llegó un patrullero a mi casa con una cédula de notificación y tuve que presentarme”.
Empecé a formar parte de la sección exploración. Nosotros fuimos a Malvinas con ametralladoras 12,7, tiene una potencia importante. Se usaba en la segunda guerra como anti aérea, la potencia que tiene sirve para romper un blindado. En un principio, cuando movilizan el regimiento el 13 de abril. A partir de la movilización, se subió al colectivo el segundo jefe y nos dice: nos vemos en Malvinas.
Fuimos a El Palomar, nos pusieron un avión grande y nos llevaron a Rio Gallegos. Cuando llegamos a Gallegos me doy cuenta que nos íbamos a la guerra. Nos dieron de comer, nos pusieron en aviones más chicos y fuimos a las Islas. Aterrizamos con nuestras pertenencias y empezamos a caminar hasta un lugar donde pasamos la noche y a partir de ahí nos fuimos a nuestras posiciones, a prepararnos para lo que fue la defensa del Puerto Argentino.
El ánimo inicial era que estos ingleses no iban a venir, porque estamos muy lejos (12.700kms).ellos iban a venir porque tienen muchos intereses geopolíticos sobre las islas. Mi lugar en el mundo, la zona donde el regimiento 7 se extendía Wireless Ridge y se extendió hasta lo que era el Monte London, donde después ocurrió una de las batallas más sangrientas de esa contienda. La compañía comandia es todo de apoyo de fuego. Todo lo que es cañones, morteros, ametralladoras pesadas. Nosotros hacíamos apoyo de fuego constantemente de la compañía de Infantería A y si había desembarco por la bahía del sudeste también, nosotros quedamos en primera posición.
A todo ejército lo que más le molesta es la artillería pesada, entonces es lo primero que van a intentar aniquilar. Acá la situación se dio al revés porque fue desde el sudoeste y lo que se hizo fue movilizar las ametralladoras como se pudo de un lado al otro para tratar de cubrir ese franco. Los ingleses atacaban en una proporción de 10 a 1. Muchos años después, un capitán dijo: “el regimiento estaba muy laxo para la defensa de Puerto Argentino”. La palabra laxo me quedó mal, porque yo fui a ubicar la posición que me dijeron ellos, tendríamos que haber estado más compactos. Las estrategias de guerra las arman los jefes, no nosotros. Eso fue una cosa que 30 años después no lo entendí.
En toda guerra hay errores. En un momento un capitán que estaba conmigo me lleva a un centro de operaciones tácticas para recibir órdenes porque ya estaban atacando el Monte London. Y un jefe frena todo y dice que paremos porque había un error, estábamos atacando a la compañía B, la artillería nuestra le estaba pegando a propia tropa. Al pueblo no se podía tocar y una de las fragatas cuando se arrima a la costa a menos de 15 kilómetros, erra el cálculo y le pega a una casa, en esa artillería mató a tres mujeres civiles.
Se cometieron erres, no nos vamos a hacer los que somos perfectos, lo que hay que tener es claro es otro tipo de cosas: la guerra no soluciona nada, lo único que hace es que la gente muera y termine herida y siempre pasa lo mismo, el que gana, no. Pero el otro queda muy mal. Pero nos damos cuenta que pasan los años y ellos tienen los mismos problemas que tenemos nosotros con la posguerra. Cuando hay un conflicto o algo, lo que hay que tratar de hacer es dialogar, verlo de otra forma, la guerra no tiene sentido. Y no te lo digo por lo que está ocurriendo con Rusia y Ucrania, te lo digo por haberlo vivido.
Nosotros éramos 900 personas en el regimiento. 36 muertos, más de 200 heridos, mirá que resultado, encima perdimos. Y no tengo vergüenza por haberme rendido, los superiores míos se rindieron y yo pienso que fue una decisión acertada porque el resto hubiese sido más muertes. Quedaba muy poco terreno por recorrer. estábamos ya en el pueblo replegados y faltaban dos regimientos. De ahí hasta el aeropuerto y nada más. Después vino la posguerra.
Cuando dan la orden de replegar, no había más nada que hacer. Esa orden yo no la escucho porque estábamos esperando a un oficial, el tipo nos abandonó. Vemos dos grupos que descienden la colina y se van para el pueblo. Después mi compañero me dice: “mirá, Claudio. ¿Qué vamos a hacer acá? Vámonos”. Yo le digo que no y mi compañero me dice (gracias a eso estamos vivos) fui a recorrer un poco la zona, lo único que quedaba eran los últimos soldados de la compañía A que se venían contra nosotros. Y cuando vuelvo le doy la razón a mi compañero y con dos chicos más tomamos la decisión de replegar también.
La exposición vos siempre la tenés. La artillería fue terrible. Todas las noches nos bombardeaban la fragata, todos los días venía la aviación y nos bombardeaba y después, cuando se aproximaron los efectivos, la artillería terrestre, era una cosa bastante complicada. Yo pienso que un poco de suerte tuve, pero también tenemos mucho sentido de culpa que mucha gente no entiende.
Estamos en una situación de bombardeo, termina, seguimos vivos, pero hay varios compañeros muertos. Vos pasa de un momento a otro, y te podía haber tocado a vos, entonces aparece el sentido de culpa, es muy complejo para la cabeza de uno. Y después pasas mucho tiempo en una situación de estrés, en un pozo y con un chip en la cabeza donde vos sos una persona que podés matar, y después vos llegas al continente y no podés hacerlo. Hay que tratar de enderezar la cabeza.
Primero estuvimos prisioneros 48 horas después de que entregamos las armas. Al cese de las hostilidades, 14 de julio a las 13 horas, pasamos a la categoría de prisioneros de guerra. Después de eso nos embarcaron en el Buque Camberra (uno de los buques que más soldados trajo más d 4000 personas), a los que no estábamos heridos. Estuvimos dos días anclados y nos autorizaron desde el puerto de Puerto Madryn. Llegamos el 19 de junio a la tarde-noche, después fuimos hasta el centro con camiones y fui a buscar comida, no encontré. Era un caos, había soldados por todos lados. Nos agrupamos como pudimos con el regimiento.
Yo me moría de ganas de comer un sanguche, compré uno de matambre y uno de dulce de membrillo. Parece raro, pero no sabes lo que es eso para uno. Después una persona me invitó a su casa a tomar chocolate con otros soldados. Y en un momento salgo y miro que el regimiento no estaba más donde tenía que estar. Entonces empezamos a correr.
Y así podríamos seguir por mucho más con una historia que estremece y que no hace más que mostrar lo cruel de una guerra que dejó una marca en nuestros héroes.
Los homenajes se hacen en vida
“De todos los homenajes que tuve fue el más importante porque fue en casa. Siempre me tocaba afuera de la cancha de Estudiantes. El año pasado me tocó en Chivilcoy contra Colón. Me llevé una sorpresa bárbara porque cuando llegué al colectivo estaban todos esperándome abajo y todos los jugadores me estaban aplaudiendo. Me lo preparó el profe Fernando Rial” contó emocionado.

En Diagonal al Aro desde 2013. Estudiante de la Licenciatura en Comunicación Social con orientación en Periodismo. Comentarista de las transmisiones oficiales de Estudiantes de La Plata para el Torneo Federal de Básquet desde 2016. Comentarista de las transmisiones oficiales del Club de Gimnasia y Esgrima La Plata para La Liga Contenidos desde 2017.