El día del deporte argentino

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El 28 de agosto de 2004, el deporte argentino se posó en un selecto lugar junto a los Dioses del Olimpo; en esa fecha, la pasión que domina el corazón de los argentinos con cada latido que despierta el fútbol, y la maravillosa demostración que la selección de básquet le ofrendó al Mundo, se unieron y transformaron la jornada en un día de gloria.

|Por Jorge López de Ipiña
En un día donde la medalla de oro brilló como nunca antes en la cima de un podio olímpico; y fue nada más ni nada menos que en mítica Atenas.
Hoy se cumplen 16 años de dos consagraciones que cambiaron parte de nuestra historia; pero el valor de los hechos y la emoción que despertaron en el sentir nacional, nos permite renovar el goce y creer que esas medallas de oro siguen iluminando nuestros ojos, colgadas del cuello de un Carlitos Tévez figura excluyente y goleador en fútbol; o posada en los hombros de esa estrella estelar e incomparable como Manu Ginóbili.
Debieron pasar 52 años para que Argentina volviera a ganar una presea dorada en un JJ.OO.; la última había sido en Helsinki 1952, donde el remo fue campeón de la mano de Capozzo y Guerrero.
Ese doloroso récord negativo se terminó aquella mañana sabatina que arrancó bien temprano para todos nosotros, 4 a.m. para ser más preciso, con el seleccionado de Marcelo Bielsa ganándole la final 1-0 a Paraguay con gol de Tévez, quien fue goleador con 8 tantos en 6 partidos; campaña donde el arquero Germán Lux mantuvo la valla invicta en los triunfos sobre Serbia y Montenegro, Australia y Túnez en la fase de grupos; a Costa Rica en cuartos de final e Italia en semis.
Esa era la única gran conquista que le faltaba a nuestro fútbol; y se puede decir que para muchos fue una especia de revancha de las dos finales perdidas en Amsterdam 1928 ante Uruguay y en Atalanta 1996 contra Nigeria, y de la dura eliminación sufrida dos años antes en la primera fase del Mundial de Corea-Japón con el mismo técnico: Marcelo Bielsa.
Ese equipo, capitaneado por Roberto Ayala, mostró una hermosa frescura, una consistencia y solidez arrolladora, con la cual dominó a cada uno de sus oponentes.
Si bien la consagración se repetiría 4 años después en Beijing 2008, la de Atenas tiene reservado un lugar especial en la historia por ser la primera y por ser la que cortó una sequía de 52 años, con un juego que representó la identidad y estilo nacional.
Y si bien aquel sábado tuvo un dorado amanecer, el atardecer fue aún más espectacular. El básquet nos llenó el pecho de orgullo, nos permitió disfrutar de una conquista inimaginable; nos posicionó en un lugar que hasta antes de estos JJ.OO. parecía reservado sólo para otras potencias; para otras naciones con súper infraestructuras.
Pero el corazón, compromiso, inteligencia, entrega, capacidad y calidad de un grupo de titanes encabezados por Rubén Magnano en la dirección técnica, y ejecutado en cancha por nombres de la talla de los Ginóbili, Pepe Sánchez, Nocioni, Scola, Oberto, Montecchia, Sconochini, Wolkowyski, Fernández, Delfino, Herrmann y Gutiérrez, pudieron más que todo y elevaron al cielo un grito victorioso que aún retumba dulcemente en nuestros oídos.
Por los cuartos de final, Argentina eliminó a uno de los candidatos como era el local Grecia, a quien superó 69-64; en semifinales y repitiendo el gran golpe dado dos años antes en el Mundial de Indianápolis, venció a Estados Unidos comandado por de LeBron James y Duncan entre otros, por 89-81, y venció en la final a Italia por 84 a 69.
Ahí nació el nombre de la Generación Dorada, ése que a mí entender representa o identifica al proceso deportivo más importante de nuestro país.
También comparto y apoyo plenamente esa idea que esta medalla dorada fue el máximo logro y el título más significativo que un equipo haya conseguido en la historia de nuestro deporte.
Entonces, y repitiendo lo ya dicho por la alegría que nos regalaron a nuestro almas, espíritu y corazón, hoy tranquilamente podemos estar celebramos y disfrutando el Día del Deporte Argentino.
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